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Quisiera continuar sobre la línea de mi texto anterior, con unas breves reflexiones, que hay que decir, son tomadas de varios textos sobre poesía, hispanoamericana corrijo, ahora para referirme al Ultraismo y al Estridentismo, que son la consecuencia lógica del Modernismo en Latinoamérica.
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Los escritores hispanoamericanos y sobre todo mexicanos que escriben alrededor de 1910 ven mitigado el afán artificioso del Modernismo y se vuelven hacia una expresión más sencilla. Sin embargo, hay un grupo que se lanza hacia las vanguardias en el llamado Ultraísmo. Escriben en el contexto primero de la Revolución social en México, en el triunfo de las nuevas fuerzas sociales en países como Argentina y después en el de la Primera Guerra Mundial y su posguerra. Hubo en la poesía principalmente poetas de diversos gustos que se pueden definir como de gusto normal, anormal y escandaloso.
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Los poetas de la normalidad son poetas que para 1910 ya estaban consagrados y hasta agotados. Rubén Darío por ejemplo, pese a ser un poeta que rindió culto al misterio, fue claro. Cuando aparecieron las Prosas profanas la mayor parte de los simbolistas franceses como Samain, Regnier, Moréas y Jammes se volvían hacia una expresión límpida, tímida y hasta casi clásica. Es en esta época cuando amaina el Modernismo hispanoamericano, los europeos como Laforgue, Apollinaire, Réverdy, Jacob y Supervielle habían crecido tanto con los parnasianos y simbolistas como con los modernistas. Los jóvenes hispanoamericanos que habían entrado en la poesía creían que no había porque repetir ni excederse, aceptaban como ordinarias las normas que habían sido extraordinarias. Se puede decir que imitaban en técnica a sus predecesores y escribieron buenas obras que ya no sorprendían a nadie.
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Sin embargo, es difícil clasificar las características de esta nueva poesía. Había quienes tenían tratos directos con la vida y la naturaleza, sencillos, humanos y sobrios como Fernández Moreno; quienes regresaban a los secretos clásicos como Alfonso Reyes; quienes efusivos, confiesan sus angustias y exaltaciones como Mistral, Sabat, Ercasty y Barba Jacob; quienes con sentido humorístico trataban la tradición modernista como José Z. Tallet; quienes eran cerebrales y especulativos como Martínez Estrada; quienes eran de alma devota como López Velarde; quienes eran criollistas y nativistas como Silva Valdés y quienes tenían emoción civil y política como Andrés Eloy Blanco.
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Los poetas de la anormalidad rompieron bruscamente con el Modernismo y fueron quienes mejor respondieron al cambio de estética en las artes de Europa y los más audaces. Siguieron las vanguardias europeas y se acercaron al Fauvismo, Expresionismo, Cubismo, Futurismo italiano, Orfismo francés, Irradiantismo ruso, Dadaísmo, Superrealismo y demás tendencias que, dicho sea de paso, recogieron más de la pintura que de la propia literatura. Se acercaron también a las nuevas teorías filosóficas y así construyeron su obra. Sus influencias las encontramos en Tristan Tzara, Paul Éluard, André Breton, Louis Aragon, Paul Morand, Blaiser Cendrars, Drieu La Rochelle, Valery Larbaud y Max Jacob.
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Buscaron el placer estético en el subconsciente, disminuyeron la voluntad artística por aumentar este placer estético por la sorpresa ante los ensueños. Hubo autores de la normalidad que llegaron también a la anormalidad. Los hispanoamericanos más destacados de esta tendencia fueron Vallejo, Huidobro, Brull, Greiff y Girondo.
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Los poetas del escándalo fueron quienes se dedicaron a una nueva industria, la de la metáfora a toda ultranza, el llamado Ultraísmo. Encontramos poetas como Lugones y su Lunario sentimental, Herrera y Reissig y su Tertulia lunática, Erugen y sus Simbólicas y Tablada y sus Versos ideográficos. Este movimiento se dio tanto en Latinoamérica como en España y hubo autores como Guillermo de Torre (español radicado en Argentina) que circulaba en ambos espacios. El mismo De Torre en su libro de 1925 Literaturas europeas de vanguardia fue el primero en ofrecer un panorama de las tendencias nuevas integrando lo europeo, lo hispánico y lo latinoamericano. Para 1919 hay todo un grupo de españoles y latinoamericanos que se llama ultraísta; este término alude a un deseo de rebasar las tendencias más avanzadas.
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Desde ese año nacen revistas ultraístas y algunas de las ya existentes se convierten también como Grecia y Cervantes (1919-1920); la española Ultra (1921-1922); las argentinas Proa (1922-1923), Prisma (1921-1922) y Martín Fierro (que tuvo su primera época en 1919 y su segunda época desde 1924 hasta 1927); las mexicanas Horizontes (1926-1927) y Contemporáneos (1928-1931); la cubana Revista de avance (1927-1930) y las uruguayas Los nuevos (1920) y Alfar (que logró sobrevivir hasta 1954).
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Mientras las muchas vanguardias de los “ismos” cundían por Europa, el Ultraísmo iberoamericano escribía simultáneamente. En México, el Ultraísmo estalló en 1922 con el Estridentismo de Manuel Maples Arce, Germán List Azurbide, Salvador Gallardo, Luis Quintanilla y Arqueles Vela. Ellos lanzaron manifiestos y revistas donde dejaban de manifiesto su desprecio a la burguesía (y aún a la literatura) como se ve en El movimiento estridentista de 1926 de List Azurbide y El café de nadie del mismo año de Vela. También en México destacaron en la revista Contemporáneos autores Torres Bodet y Salvador Novo, pero sobre todo, Villaurrutia, Gorostiza y Pellicer.
Quisiera continuar sobre la línea de mi texto anterior, con unas breves reflexiones, que hay que decir, son tomadas de varios textos sobre poesía, hispanoamericana corrijo, ahora para referirme al Ultraismo y al Estridentismo, que son la consecuencia lógica del Modernismo en Latinoamérica.
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Los escritores hispanoamericanos y sobre todo mexicanos que escriben alrededor de 1910 ven mitigado el afán artificioso del Modernismo y se vuelven hacia una expresión más sencilla. Sin embargo, hay un grupo que se lanza hacia las vanguardias en el llamado Ultraísmo. Escriben en el contexto primero de la Revolución social en México, en el triunfo de las nuevas fuerzas sociales en países como Argentina y después en el de la Primera Guerra Mundial y su posguerra. Hubo en la poesía principalmente poetas de diversos gustos que se pueden definir como de gusto normal, anormal y escandaloso.
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Los poetas de la normalidad son poetas que para 1910 ya estaban consagrados y hasta agotados. Rubén Darío por ejemplo, pese a ser un poeta que rindió culto al misterio, fue claro. Cuando aparecieron las Prosas profanas la mayor parte de los simbolistas franceses como Samain, Regnier, Moréas y Jammes se volvían hacia una expresión límpida, tímida y hasta casi clásica. Es en esta época cuando amaina el Modernismo hispanoamericano, los europeos como Laforgue, Apollinaire, Réverdy, Jacob y Supervielle habían crecido tanto con los parnasianos y simbolistas como con los modernistas. Los jóvenes hispanoamericanos que habían entrado en la poesía creían que no había porque repetir ni excederse, aceptaban como ordinarias las normas que habían sido extraordinarias. Se puede decir que imitaban en técnica a sus predecesores y escribieron buenas obras que ya no sorprendían a nadie.
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Sin embargo, es difícil clasificar las características de esta nueva poesía. Había quienes tenían tratos directos con la vida y la naturaleza, sencillos, humanos y sobrios como Fernández Moreno; quienes regresaban a los secretos clásicos como Alfonso Reyes; quienes efusivos, confiesan sus angustias y exaltaciones como Mistral, Sabat, Ercasty y Barba Jacob; quienes con sentido humorístico trataban la tradición modernista como José Z. Tallet; quienes eran cerebrales y especulativos como Martínez Estrada; quienes eran de alma devota como López Velarde; quienes eran criollistas y nativistas como Silva Valdés y quienes tenían emoción civil y política como Andrés Eloy Blanco.
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Los poetas de la anormalidad rompieron bruscamente con el Modernismo y fueron quienes mejor respondieron al cambio de estética en las artes de Europa y los más audaces. Siguieron las vanguardias europeas y se acercaron al Fauvismo, Expresionismo, Cubismo, Futurismo italiano, Orfismo francés, Irradiantismo ruso, Dadaísmo, Superrealismo y demás tendencias que, dicho sea de paso, recogieron más de la pintura que de la propia literatura. Se acercaron también a las nuevas teorías filosóficas y así construyeron su obra. Sus influencias las encontramos en Tristan Tzara, Paul Éluard, André Breton, Louis Aragon, Paul Morand, Blaiser Cendrars, Drieu La Rochelle, Valery Larbaud y Max Jacob.
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Buscaron el placer estético en el subconsciente, disminuyeron la voluntad artística por aumentar este placer estético por la sorpresa ante los ensueños. Hubo autores de la normalidad que llegaron también a la anormalidad. Los hispanoamericanos más destacados de esta tendencia fueron Vallejo, Huidobro, Brull, Greiff y Girondo.
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Los poetas del escándalo fueron quienes se dedicaron a una nueva industria, la de la metáfora a toda ultranza, el llamado Ultraísmo. Encontramos poetas como Lugones y su Lunario sentimental, Herrera y Reissig y su Tertulia lunática, Erugen y sus Simbólicas y Tablada y sus Versos ideográficos. Este movimiento se dio tanto en Latinoamérica como en España y hubo autores como Guillermo de Torre (español radicado en Argentina) que circulaba en ambos espacios. El mismo De Torre en su libro de 1925 Literaturas europeas de vanguardia fue el primero en ofrecer un panorama de las tendencias nuevas integrando lo europeo, lo hispánico y lo latinoamericano. Para 1919 hay todo un grupo de españoles y latinoamericanos que se llama ultraísta; este término alude a un deseo de rebasar las tendencias más avanzadas.
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Desde ese año nacen revistas ultraístas y algunas de las ya existentes se convierten también como Grecia y Cervantes (1919-1920); la española Ultra (1921-1922); las argentinas Proa (1922-1923), Prisma (1921-1922) y Martín Fierro (que tuvo su primera época en 1919 y su segunda época desde 1924 hasta 1927); las mexicanas Horizontes (1926-1927) y Contemporáneos (1928-1931); la cubana Revista de avance (1927-1930) y las uruguayas Los nuevos (1920) y Alfar (que logró sobrevivir hasta 1954).
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Mientras las muchas vanguardias de los “ismos” cundían por Europa, el Ultraísmo iberoamericano escribía simultáneamente. En México, el Ultraísmo estalló en 1922 con el Estridentismo de Manuel Maples Arce, Germán List Azurbide, Salvador Gallardo, Luis Quintanilla y Arqueles Vela. Ellos lanzaron manifiestos y revistas donde dejaban de manifiesto su desprecio a la burguesía (y aún a la literatura) como se ve en El movimiento estridentista de 1926 de List Azurbide y El café de nadie del mismo año de Vela. También en México destacaron en la revista Contemporáneos autores Torres Bodet y Salvador Novo, pero sobre todo, Villaurrutia, Gorostiza y Pellicer.
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EN TECHNIKUNST ALTERNATIVO:
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Hemos incluido algunos textos de los autores referidos en el trabajo sobre el Estridentismo, pero no todos los textos necesariamente corresponden al periodo referido, se seleccionaron por ser los temas más socorridos en el mismo, pero no se verificó su fecha de escritura. Visitenlos en
Hemos incluido algunos textos de los autores referidos en el trabajo sobre el Estridentismo, pero no todos los textos necesariamente corresponden al periodo referido, se seleccionaron por ser los temas más socorridos en el mismo, pero no se verificó su fecha de escritura. Visitenlos en
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Jonatan Gamboa.