..............................................En memoria de †Leonél Romero†
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El cine fue desde sus inicios un arte de representación política y social, y la Revolución Mexicana fue de gran interés para el mercado mundial, sobre todo el estadounidense y, obviamente, el mexicano. El cine de de la Revolución surge en la década de los treinta como género artístico; pero desde antes, en los cinematógrafos se daban las noticias de los frentes como preludio a las películas. Incluso se les pagaba a los caudillos de la Revolución por documentar sus campañas. La figura más atractiva para el cine fue siempre Pancho Villa como sinónimo del bandolerismo y la crueldad. Tras el asalto a Columbus, Villa adquirió importancia en el cine de Hollywood, se sabe que la Mutual Film Corporation le pagó veinticinco mil dólares por documentar su campaña militar.
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El 5 de de enero de 1914, pocos días después de ocupar la ciudad de Chihuahua e incluso antes de tomar pleno control del estado, Villa firmó un contrato con Harry E. Aitken de la Mutual Film Company. El 7 de enero el New York Times informaba:
La tarea del general Villa consistirá en escenificar thrillers cinematográficos en la forma que convenga a sus planes para deponer a Huerta y sacarlo de México, y la del señor Aitken, el otro socio, será distribuir las películas resultantes en las zonas pacíficas de México y en Estados Unidos y Canadá.
Para asegurarse de que su inversión sería un éxito, el señor Aitken despacho al campamento del general Villa, el sábado pasado, un pelotón de cuatro camarógrafos con aparatos especialmente diseñados para filmar en el campo de batalla [1].
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Se sabe además, que esto modificó las estrategias de Villa para sus campañas militares. El general tenía por costumbre atacar por las noches y puesto que la filmación requería condiciones de luz muy concretas para que las tomas pudieran ser buenas, algunas veces los ataques se hacían de día, lo que disminuía la ventaja que la sorpresa les representaba a los atacantes. En otras ocasiones, al finalizar la batalla, se repetían las tomas porque los camarógrafos no habían logrado captar una escena que fuera comercialmente rentable. Incluso, al atacar de noche se llegaron a instalar antes grandes plantas de luz y los ataques se hacían tomando en cuenta los reflectores y lámparas. Todo esto fue posible porque las ganancias políticas y económicas eran muy necesarias para el abastecimiento de comida y armamento para Villa.
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Empero, en el cine de ficción, el primer Villa interpretado fue Wallace Beery en Viva Villa de Jack Conway y desde esa interpretación la figura de Villa fue importante para el cine hollywoodense. La primera película sonora mexicana sobre la Revolución Mexicana fue también sobre Villa, se trata de Revolución (la sombra de Pancho Villa) dirigida por Miguel Contreras Torres. Por otro lado, la “trilogía revolucionaria” [2] de Fernando de Fuentes fue el epítome del cine de la Revolución con sus tres películas: Prisionero 13 y El Compadre Mendoza de 1933, y ¡Vámonos con Pancho Villa! De 1935 (y teniendo como guionistas a Xavier Villaurrutia y al autor de la novela Rafael F. Muñoz), las tres, basadas en novelas de la Revolución y producidas por CLASA Films. En conjunto, las tres películas son importantes para el cine mexicano, pues, como nos dice John Mraz, “estas películas dicen mucho más sobre el contexto en que fueron producidas que sobre el pasado que pretenden representar” [3]. De hecho, Juan Bustillo Oro (antes de ser el afamado director de cine que fue) en su reseña de Prisionero 13 dijo que hasta antes de esa película el cine mexicano había sido una “imitación servil” del cine extranjero por ignorar “temas que son carne de nuestra carne y aliento de nuestra tierra dulce y al par terrible tierra” y dijo que era la “primera película mexicana” [4]. No sólo Bustillo Oro, sino que también otros pensadores mexicanos identifican a la trilogía de De Fuentes, junto con el libro de Samuel Ramos El perfil del hombre y la cultura en México y las obras de los muralistas, como ejemplos de las primeras búsquedas de identidad nacional.
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Las tres son películas reflejan la violencia de la Revolución Mexicana. Un hecho importante que hay que señalar es que De Fuentes elige narrar tres historias que tratan de facciones perdedoras de la Revolución: huertistas, zapatistas y villistas. Específicamente ¡Vámonos con Pancho Villa! tiene, además, una importancia coyuntural. Fue la primera superproducción del cine mexicano con un presupuesto de un millón de pesos. CLASA se declaró en bancarrota tras su producción pero recibió una subvención del gobierno de Cárdenas, lo que resulta interesante porque representó una sanción aprobatoria implícita (seguramente involuntaria) de Villa por parte del Estado como figura del “panteón revolucionario” del que hasta entonces sólo Madero, Obregón, Carranza y Zapata eran las figuras, según palabras del mismo Cárdenas (panteón en el que Villa no podía estar en ese momento porque el mismo Cárdenas había luchado en contra de él), pero con esta película la figura de Villa se suma a esta lista como héroe revolucionario (pese a la imagen que se muestra de él por su cobardía ante la viruela, no deja de verse como la figura del caudillo fuerte).
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El interés por el tema no acabó aunque sí disminuyó. Las películas más importantes que encontramos son Flor silvestre, Enamorada y Las abandonadas del Indio Fernández; para los cincuenta vemos filmes como La cucaracha, Juana Gallo, La escondida, La bandida, La Valentina y La generala (con María Félix). Sin embargo, encontramos cine de la Revolución en épocas más tardías como los setenta en que se filma Zapata, El principio de Gonzalo Martínez, Peregrina de Mario Hernández, Reed, México insurgente de Paul Leduc, Canoa de Cazals y Así era Pancho Villa. Pero la figura de Villa siguió viva en el cine y vemos por ejemplo que ya para los noventa se filma una cinta que no tiene tema revolucionario pero sí a la figura de Villa como protagonista (interpretado con una exquisita actuación de Jesús Ochoa); Entre Pancho Villa y una mujer desnuda. El cine de la Revolución, como vemos, sirvió como un sintetizador de los fenómenos sociales y un difusor de una idea de Revolución para la gran masa.
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[1] Katz, Friedrich. Pancho Villa. Tomo 1. Capítulo 9. “El surgimiento de Pancho Villa como dirigente nacional”. Era. DF, México, 1998. p. 372
[2] John Mraz es quien llama a Prisionero 13 de 1933, El compadre Mendoza del mismo año y ¡Vámonos con Pancho Villa! de 1935 la “trilogía revolucionaria de Fernando de Fuentes”. Sin embargo, De Fuentes fue director, entre otras, también de Allá en el rancho grande de 1936 y, por ejemplo, Carl Mora dice que la trilogía está entre El Compadre Mendoza, ¡Vámonos con Pancho Villa y Allá en el rancho grande; sin embargo, hay que decir que en ésta última no se toca el tema como una reflexión seria del proceso social (Mraz llega a afirmar que De Fuentes abandona el cine serio con esta película) y por ello tomamos la definición de Mraz. Cfr. Mraz, John. Internacional Dictionary of Films and Filmakers. Chapter 2. “Directors”. St. James Press. Chicago, USA, 1991. pp. 199-200 y Mora, Carl. Mexican Cinema: Reflections of a Society, 1896-1980. University of California, Berkeley, Cal., USA, 1982. p. 43
[3] Mraz, John. “La trilogía revolucionaria de Fernando de Fuentes” en Nitrato de Plata. p. 12
[4] Bustillo Oro, Juan. Ilustrado. 22 de junio de 1933; citado en García Riera, Emilio. Fernando de Fuentes 1894-1958. Cineteca Nacional. DF, México, 1984. p. 95
Jonatan Gamboa