sábado, 7 de abril de 2007

Dios decantado - Dios y religión en la filosofía del siglo XVIII.

El concepto del hombre fue fundamental en el pensamiento europeo del siglo XVIII. Mucho se ha dicho acerca de que el concepto de Dios y la religión pasaron a segundo término, casi sin importancia, sin embargo, el mismo David Hume nos dice que eran temas que seguían siendo “interesantes” y “de la máxima importancia”.
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Hubo algunos sectores (principalmente cristianos) que seguían discutiendo estas cuestiones: apologistas cristianos, jesuitas franceses, jansenistas, obispos ortodoxos anglicanos, pietistas alemanes y metodistas ingleses entre muchos otros. Todos estos sectores fueron tratados duramente por los filósofos de la época con respecto a sus consideraciones sobre la existencia y naturaleza de Dios, los orígenes de la religión y la utilidad social y moral de las creencias religiosas.
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Sin embargo, es cierto que los filósofos de este siglo se preocuparon más por temas terrenos y no es sino hasta la segunda mitad del siglo que comenzaron a escribir (duramente, se debe agregar) acerca de la religión.
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Hume sólo empezó a escribir sistemáticamente de religión después de 1751, doce años después de la publicación de su Tratado sobre la naturaleza humana; asimismo, Rosseau escribió sus obras más escandalosas sobre religión siendo ya de mediana edad, después de romper con los enciclopedistas; Kant, por su parte, escribió su principal obra teológica, La religión dentro de los límites de la razón, hasta 1793 (habiendo cumplido los setenta años).
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Se sabe que esta época es la de una gran batalla en contra de la religión, que, el obispo Bossuet (consejero espiritual de Luis XIV) ya había preconizado desde el siglo XVII denunciando que la iglesia tenía grandes fisuras religiosas y políticas. Es, por tanto, la época de una crisis de grandes proporciones que se puede asociar con la Ilustración. Para Franklin L. Baumer la crisis llegó en varias oleadas.
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La primera se dio en pos del retorno de una “religión de la naturaleza y la razón” (definición dada por Matthew Tindal). Autores como John Toland, Thomas Woolston, William Toollaston y el mismo Tindal abogaban por una religión más apegada a la razón, más cercana a la naturaleza y librar la religión de todo misterio y superstición. Una segunda oleada se dio por escépticos y ateos que negaban tanto la ortodoxia como esta propuesta de religión racional y natural.
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El hecho es que, por ejemplo en Francia, se dieron numerosos cultos de la Razón, la Naturaleza y el Ser Supremo en plena Revolución. Todo esto fue para Weber la muestra de un desencanto del mundo contemporáneo para las elites intelectuales, pero también para las masas; en lo general, perdieron sentido lo milagroso, lo sagrado y las ideas de la revelación cristiana, que llegaron hasta a parecer anticuadas.
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Ejemplo de esto fueron los interminables debates acerca de la existencia de Dios; para la razón ya no bastaban las antiguas pruebas. Kant mismo, habló de estas pruebas ontológicas; las enumeró y derrumbó al final de La crítica de la razón pura. Kant concluyó, y debe decirse que ofrece la conclusión más clara en el amplio debate, que “Dios era especulativamente incognoscible”.
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Samuel Clarke, teólogo inglés, también estaba en el debate y en su libro El ser y los atributos de Dios publicado entre 1704 y 1705, habló de que se necesitaba la revelación para que los principios de la religión natural fueran más claros y manifiestos; estos principios eran “en general deducibles, y hasta demostrables, por una cadena de razonamientos claros e irrefutables” pero “ciertamente no se les podía conocer sino por la revelación”. Clarke intentó por métodos matemáticos demostrar la existencia de Dios, su omnipotencia, sabiduría y beneficencia y presentó doce proposiciones acerca de esto, mostradas como axiomas.
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Voltaire, basándose en Locke y Newton, más que en Descartes, prefirió la prueba físico–teológica, conocida como argumento a partir del designio, para hablar de la existencia de Dios. Un famoso ejemplo esta prueba es la del reloj y el relojero que, en resumidas cuentas, dice que la existencia del reloj presupone la existencia del relojero, pese a que no se le conozca. Con base en Voltaire, el obispo Berkeley (que cabe decir, reaccionó violentamente en contra del materialismo científico) dijo que Dios normalmente trataba de convencer la razón del hombre por las obras de la naturaleza en lugar de asombrarlos mediante acontecimientos anómalos y sorprendentes.
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También la física mecanicista llegó al debate gracias a autores como Didetot. Este argumento basa su validez en la idea le Motor inmóvil como primer causa de todos los efectos posteriores. Este motor, esta causa primigenia era Dios, el dios creador, un dios ajeno, que, como el motor inmóvil era lejano e inefable. Con el arribo del empirismo el debate se modificó grandemente. El empirismo pedía hechos palpables para cualquier conclusión así que las pruebas ontológicas no eran suficientes para hablar certeramente de la existencia de Dios. Todo esto, generó que hubiera un ateísmo creciente desde las esferas del pensamiento racional; había quien, sin ser ateo, buscaba aún encontrar o refutar las pruebas de la existencia de Dios, pero lo que proliferó fue la negación a priori estos conceptos.
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Por otro lado, y pese a su conclusión, Kant mismo, no llegó al ateísmo extremo pues, pese a que Dios era incognoscible, dijo que era una idea útil, tanto para la ciencia como para la moral. La idea de Dios podía animar al hombre a alcanzar su mayor estatura posible. De esto escribió: “la moral conduce ineluctiblemente a la religión”. El hombre, para sentirse obligado a ser virtuoso debía seguro de la naturaleza moral del universo, lo que a su vez requería fe en la existencia de Dios.
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Cabe destacar que el debate no llegó su conclusión en el siglo XVIII, ni aún hoy. Los pensadores de diferentes disciplinas siguen en él. Las conclusiones posibles son, entonces, que el debate de la época se centraba en varios aspectos: la existencia de Dios; la validez de las doctrinas cristianas y su función social y moral; las pruebas materiales y/u ontológicas de lo sagrado. La discusión de estos temas, pese a no ser nueva, sí es cambiada substancialmente con el arribo de nuevas corriente filosóficas que va de la mano con una grave crisis moral en la época que fue decantando la idea de Dios y de lo religioso en búsqueda de la respuesta a la necesidad innata de explicación del propio entorno.
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Jonatan Gamboa.

4 comentarios:

ignorante dijo...

En la filosofía del siglo XVIII europea, debería aclarar el autor.

Anónimo dijo...

Ok, cierto.

Es error común dar por sentado que la filosofía europea es LA filosofía, porque de la tradición europea deviene el pensamiento hoy llamado moderno (o posmodeno si se quiere, yo aún no lo creo). La influencia de las filosofías orientales son encuentros de muy tarde en el siglo XX (y las filosofías en América, para el XVIII aún no impactaban en el pensamiento occidental).

Gracias por la corrección.

Carlos Ricardo Tapia dijo...

Amigo mío, ojalá continuarás con tu interesantísimo artículo en alguna próxima entrega, y abarcaras a los filósofos románticos del XIX. Me gustaría mucho leer sobre el tema de Dios para los románticos.

Aparte, besos para el pequeño Dante, y felicidades por sus dos añotes de vida. Me apena no haberlo felicitado el pasado 9. ¡Salud!

Anónimo dijo...

Querido Carlos, gracias por la recomendación, me pondré a leer al respecto. Un abrazo.